El ser
humano se pasa la vida esperando. No acabo de descubrir una gran verdad, ni de
pronunciar una frase que todos sabemos, pero así es.
Hay
muchos tipos de esperas, pero al tratarse de tal palabra indica que nos dirige
hacia algo que tenemos que soportar, que aguantar, y por lo tanto no estamos
dispuestos a aceptar.
La
espera cambia según el contexto, y por supuesto dependiendo del fin, a la vez
que es limitada.
Con
estas simples definiciones se podría llegar a la conclusión de que los seres
humanos somos un poco egoístas, pero a la vez somos pacientes y nos disponemos
a soportar la carga de la espera con tal de conseguir lo que esperamos.
Dependiendo
de lo que nos disponemos a obtener tras hacer el sacrificio, esto tiene un
límite temporal. Puede que nos pasemos la vida esperando la recompensa y al
final nunca llegue, es entonces cuando nos ha tocado esperar equivocadamente,
hemos decidido esperar algo que verdaderamente no estaba ahí, y que si alguna
vez estuvo fue solo por nuestro empeño de conseguirlo.
La
mitad de nuestra vida se nos pasa durmiendo y esperando. Si recapacitamos en
los minutos del día que dedicamos a esperar para que llegue la hora de
cualquier cosa, son muchos minutos que desaprovechamos.
Esperamos
para comer, esperamos para coger el tren o el autobús, esperamos en las cientos
de colas de los cientos lugares que visitamos, esperamos para que llegue la
hora de llamar por teléfono porque la tarifa es más barata, esperamos y
esperamos durante todo el día e incluso la noche, esperando la hora para ir a
dormir porque puede ser demasiado temprano.
Así
somos nosotros seres llenos de esperanza, esperanza que es muy similar a la de esperar,
incluso me atrevo a decir que provienen de la misma raíz. Somos seres
esperanzadores, a veces lo damos todo por obtener un poquito de ese fin, ya que
la sensación que provoca en nosotros es de un gran bienestar y fortaleza que
nos hace sentir poderosos.
Existen
otros tipos de esperas que van más allá
del día a día, son esas esperas que no nos importa sufrir por algunas personas,
son aquellas que de verdad merecen la pena, siempre y cuando no nos decepcionen
en el transcurso de ese tiempo.
Es
un sentimiento muy especial y muy
satisfactorio el que obtenemos con la recompensa de esperar por alguna persona,
y más aún si deseamos todo su bienestar, aunque tratándose de temas de corazón
y sentimientos profundos hacia otra persona nos da una buena dosis de
adrenalina, que hace que nos enganchemos a ella.
La
espera puede llevarnos al límite de la desesperación, y por ello hacemos cosas
que ni siquiera imaginábamos que podríamos llegar hacer sólo por el hecho de
disminuir el tiempo de espera y conseguir cuanto antes la recompensa. Nos
desesperamos ante diversas situaciones y es cuando aprendemos a ser pacientes y
vemos que todo llega a su tiempo, que puede tardar más o menos, pero al final
las cosas llegan.
Todo
ello tiene un límite, no estamos dispuestos a esperar una eternidad, la mayoría
de las veces nos cansamos de esperar y abandonamos. Vemos que ese fin no llega
y es cuando aparece la desesperación junto a la desilusión seguida de la
decepción.
Para ello existen dos
frases muy certeras que deberíamos tener en cuenta:
“Quien
espera desespera”
“Para
recibir, primero hay que dar”